2 cebollas
1 paquete de masa de empanadillas (preferentemente La Cocinera)
1 rulo de queso de cabra
1 sobre de azúcar moreno
1 huevo
miel
vinagre de módena
sal
aceite
Receta muy esperada por nuestros amados lectores por el éxito que suelen tener en reuniones de diverso tipo. Suaves al paladar y exquisitas delicias celestiales que se rompen en la lengua produciendo un éxtasis místico llegando a alcanzar la levitación culinaria y un placer digno de dioses grecorromanos.
Chorradas a parte, pelamos las cebollas y las troceamos en juliana, el gran maestro Karlos Arguiñano, me enseñó que poniéndote unas gafas de nadar no te lloran los ojos, parecerás tonto pero te ahorras el disgusto. Yo suelo echar aceite moderado, ni mucho ni poco vamos, y un poco de sal para que sude. Hay que hacerlas a fuego muy lento, aprox 6 de 12 en los manubrios de la cocina, incluso le pongo tapa a la sartén para que se cuezan un poco. La operación tarda un buen rato hasta que se vea la cebolla casi transparente. Añadimos el azúcar moreno mientras removemos y la miel. Y un poco antes de retirarlas del fuego las echamos un chorrito de vinagre de módena. Cogerán un color pardo y cuando estén las retiramos en un colador grande para que suelten el aceite y las dejámos enfriar un rato.
Por otro lado cortamos el queso en trozos pequeños y preparamos con papel de horno una fuente.
Unos buenos amigos me regalaron una maquinilla para hacer las empanadillas que me ha venido de perlas, creo que es una buena inversión ya que seguro que esta receta la repetimos en incontables ocasiones.
Empezamos a rellenar la masa con un poco de cebolla y trozos de queso, la cantidad tiene que ser a ojo, que no queden medio vacias pero tampoco muy llenas porque sino se nos romperan en el horno.
Batimos un huevo y con una brocha (de cocina, si puede ser) o con los dedos (un poco guarrería) pintamos todas las empanadillas. Al horno, 180º y veremos que están cuando estén tostaditas (aprox. 12 min). Para comerlas es mejor que se enfríen un poco porque recién sacadas del horno queman (je, je, je, que padre más elocuaz).
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